martes, 9 de marzo de 2010
AUTO-BIOGRAFIA DE UNA RIOSANJUANERA TRIUNFADORA
A lo largo de mis años he aprendido que la inspiración es simbólica. La pequeña casita que vemos en postales simbolizando lo “natural” y “autentico” para atraer a los miles de turistas que nos visitan, es hogar donde cientos de dominicanos como yo crecimos y siguen creciendo con sueños de logros y liderazgo. En la casita de mamá faltaba la cocina, el cuarto de baño y el sanitario y en muchas ocasiones, la comida. Pero nunca falto la educación y los consejos de Doña Eva (mamá) para “que fuera alguien de provecho y no pasara trabajo.”
En 1989 mi madre (Sunilda Corniel) y yo viajamos a los Estados Unidos gracias a los trámites que organizó mi padre. Mami y yo llegamos para vivir en casa de una familia a la que le pagábamos $60.00usd por dormir en la sala además de encargarnos de todos los “quehaceres” de la casa. Una noche de invierno la señora de la casa reclamó que mami había cocinado la carne equivocada y con esta excusa nos echaron de la casa con nuestras pertenencias en una bolsa negra de basura. Una señora que nos vio en la calle asumió que íbamos a lavar y nos informó que la lavandería cerraba a las 10:00pm. Llena de llanto mami le explicó lo ocurrido a la señora (Dulce Rojas) que nos dió alojamiento en su casa por seis meses hasta que se venció su contrato de alquiler. Para entonces mami y yo habíamos encontrando donde alojarnos, pero como la esclavitud es cíclica y por falta de movilidad social, mami siguió trabajando en la misma factoría ganando $130.00usd. a la semana y yo con 13 años y por $20.00usd. cocía ropa para la misma señora que meses atrás nos había echado de su casa. Mami y yo éramos unos claros ejemplos de la clase proletaria definida en la teoría marxista.
Venciendo la barrera del idioma logré terminar mis estudios universitarios. Al terminar la maestría con notas sobresalientes recibí una beca que cubre mi matricula doctoral por 3 años. El reconocimiento de La Secretaria del Estado de la Juventud me daría la oportunidad de continuar mis aspiraciones académicas en otros países y poder desarrollar mi tesis al terminar mis primeros dos años doctorales este próximo semestre académico de primavera 2010.
Si fuera seleccionada como joven destacada en el exterior, este reconocimiento no solo reconocería mis logros y aporte a la comunidad, sino que también reconocería las generaciones de mujeres pobres de mi familia que nunca dejaron de luchar por ayudar a sus familias y a la gente a su alrededor. Mis estudios doctorales han engrandecido mis conocimientos sobre diferentes temas sociales, económicos y políticos, pero la base de estos conocimientos los aprendí en la casita de mamá. Mamá y mami no me pudieron comprar muñecas, pero me compraron lápices y cuadernos donde yo escribía el futuro de mi vida. Simbólicamente, la pobreza me sirvió de inspiración para alcanzar un nivel de superación para servir no solo a mi familia sino en comunidades en la Republica Dominicana, Cuba, Estados Unidos y países del continente Africano. Mis raíces y mi crianza me enseñaron a no desligarme de mis orígenes, por lo tanto, siempre me he sentido con obligación de dedicar tiempo a servir a comunidades marginadas.
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